MAÑANA
Según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios.
     ¡Cuánto amo tu ley! Todo el dÃa ella es mi meditación. — Fueron halladas tus palabras, y yo las comÃ. Tus palabras fueron para mà el gozo y la alegrÃa de mi corazón. — Me agrada sentarme bajo su sombra; su fruto es dulce a mi paladar.  — No me he apartado del mandamiento de sus labios; más que mi ración he guardado los dichos de su boca. Â
     El hacer tu voluntad, oh Dios mÃo, me ha agradado; y tu ley está en medio de mi corazón. — Mi comida es que yo haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra. Â
     Los preceptos del SEÑOR son rectos; alegran el corazón. El mandamiento del SEÑOR es puro; alumbra los ojos. Son más deseables que el oro; más que mucho oro fino. Son más dulces que la miel que destila del panal. — Pero sean hacedores de la palabra, y no solamente oidores engañándose a ustedes mismos. Porque cuando alguno es oidor de la palabra y no hacedor de ella, este es semejante al hombre que mira su cara natural en un espejo.Â
RO. 7:22. Sal. 119:97. — Jer. 15:16. — Cnt. 2:3. — Job 23:12. Sal. 40:8. — Jn. 4:34. Sal. 19:8, 10. — Stg. 1:22, 23.