MAÑANA
He aquà que la mano del SEÑOR no se ha acortado para salvar, ni su oÃdo se ha ensordecido para oÃr.
     El dÃa que clamé, me respondiste; mucho valor infundiste a mi alma. — Aún estaba hablando en oración, cuando Gabriel, el hombre al cual yo habÃa visto en visión al principio, voló rápidamente y me tocó, como a la hora del sacrificio del atardecer. Â
     No escondas de mà tu rostro; no apartes con ira a tu siervo. Tú has sido mi ayuda; no me dejes ni me desampares, oh Dios de mi salvación. — Pero tú, oh SEÑOR, no te alejes. Fortaleza mÃa, apresúrate para ayudarme. Â
     ¡Oh SEÑOR Dios! He aquà que tú has hecho el cielo y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido. Nada hay que sea difÃcil para ti. — Quien nos libró y nos libra de tan terrible muerte. Y en él hemos puesto nuestra esperanza de que aun nos librará. — ¿Y Dios no hará justicia a sus escogidos que claman a él de dÃa y de noche? ¿Les hará esperar? Les digo que los defenderá pronto.