MAÑANA
Hacia el atardecer Isaac había salido al campo para meditar.
Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh SEÑOR, Roca mía y Redentor mío.
Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas
que tú has formado, digo: “¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes;
y el hijo de hombre, para que lo visites?”. — Grandes son las obras del SEÑOR, buscadas por todos los que se complacen en ellas.
Bienaventurado el hombre que no anda según el consejo de los impíos ni se detiene en el camino de los pecadores ni se sienta en la silla de los burladores. Más bien, en la ley del SEÑOR está su delicia, y en ella medita de día y de noche. — Nunca se aparte de tu boca este libro de la Ley; más bien, medita en él de día y de noche. — Como de sebo y de gordura se saciará mi alma; mi boca te alabará con labios de júbilo. Cuando en mi cama me acuerdo de ti medito en ti en las vigilias de la noche.