MAÑANA
Y yo rogaré al Padre y les dará otro Consolador para que esté con ustedes . . . el Espíritu de verdad.
Les conviene que yo me vaya; porque si no me voy el Consolador no vendrá a ustedes. Y si yo voy, se lo enviaré.
El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. — No recibieron el espíritu de esclavitud para estar otra vez bajo el temor sino que recibieron el espíritu de adopción como hijos, en el cual clamamos: “¡Abba, Padre!”. — El Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades; porque no sabemos cómo debiéramos orar pero el Espíritu mismo intercede con gemidos indecibles.
El Dios de esperanza los llene de todo gozo y paz en el creer, para que abunden en la esperanza por el poder del Espíritu Santo. — La esperanza no acarrea vergüenza porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
En esto sabemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.