MAÑANA
Perfeccionar al [Jesús] . . . por medio de los padecimientos.
Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quédense aquí y velen conmigo. Pasando un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, de ser posible, pase de mí esta copa. Pero, no sea como yo quiero, sino como tú. — Y angustiado, oraba con mayor intensidad, de modo que su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Me rodearon las ataduras de la muerte; me encontraron las angustias del Seol. En angustia y en dolor me encontraba. — La afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado. Esperé que alguien se compadeciera de mí, y no hubo quién. Busqué consoladores, y no hallé ninguno. — Miro a la derecha y observo, y no hay quien me reconozca. No tengo refugio; no hay quien se preocupe por mi vida.
Fue despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento. Y como escondimos de él el rostro, lo menospreciamos y no lo estimamos.