MAÑANA
Tus palabras han sido oÃdas desde el primer dÃa que dedicaste tu corazón a entender y a humillarte en presencia de tu Dios.
     Asà ha dicho el Alto y Sublime, el que habita la eternidad y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en las alturas y en santidad; pero estoy con el de espÃritu contrito y humillado, para vivificar el espÃritu de los humildes y para vivificar el corazón de los oprimidos. — Los sacrificios de Dios son el espÃritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no desprecias tú, oh Dios. — Aunque el SEÑOR es sublime, mira al humilde; pero al altivo lo reconoce de lejos. — HumÃllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él los exalte al debido tiempo. — Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes. Sométanse, pues, a Dios.            Â
     Tú, oh Señor, eres bueno y perdonador, grande en misericordia para con los que te invocan. Escucha, oh SEÑOR, mi oración; atiende a la voz de mis súplicas. En el dÃa de mi angustia te llamaré porque tú me respondes. Â
DN. 10:12. — Is. 57:15. — Sal. 51:17. — Sal. 138:6. — 1 P. 5:6. — Stg. 4:6, 7.   Sal. 86:5-7.